lunes, 9 de marzo de 2009

TAREA PEDAGOGIA


La enumeración de cuantas veces y como tuve contacto con la música es para mi un ejercicio de imaginar el pasado. Muchos de los eventos que relacionan mi vida con la música no los recuerdo muy bien pero al escucharlo de boca de mis padres lo imagino en mi cabeza y los veo con claridad De una u otra forma mi vida comenzaría a ser perseguida desde niño por un destino constante que correría siempre tras de mi, el cual fue siempre tan normal que es ahora difícil tratar de recordarlo para responder, cómo, cuando, donde y por que estuvo ahí.

Siempre hubo instrumentos musicales en mi casa, guitarra y tiple, de los buenos traídos de Boyacá, una flauta dulce contralto que tocaba mi papá y un sinnúmero de instrumentos de percusión que se guardaban en mi pieza cuando era un niño, colgados en un estante sobre la pared que los hacía ver más como un cascabel monstruoso y gigante del que se desprendían los timbres mas diversos. Había guasás, cascabeles de cañas, de pezuñas de marrano, cuicas, maracas, flautas de pan, una tambora, un triangulo y muchos instrumentos más, que como perdidos en aquella balumba de familias musicales se pierden hoy al tratar de recordarlos. No nos perdíamos retreta en el parque Bolivar y misa después del recital, me sabía de memoria el himno de la universidad de Antioquia y el himno antioqueño sin tener pista alguna de un Epifanio mejía o un Edgar Poe Restrepo de un Gonzalo Vidal o de un Pepe Márquez.

De pequeño también recuerdo pasar las tardes con mi abuelito escuchando discos de 78 rpm, conocí durante aquellas tardes las obras más famosas de la literatura musical en unas antologías recogidas por colcultura en los años 60s que todavía conserva y suenan a veces de tarde en tarde en su casa. Así como escuchábamos lo mas granado del repertorio musical escuchábamos boleros y tangos: Juan Arvizu, Ortiz tirado, Agustin Lara, la orquesta típica de Francisco canaro son algunos que me vienen a la mente. Recuerdo también mis primeras clases de sensibilización musical en el 92 con la profe Amparo, mi ingreso al instituto musical y mis primeras clases de violín en preescolar con unos violines 1/4 que parecían adornitos de repisa. Pequeño, de violín no aprendí nada pero aún recuerdo las palabras que con cariño nos decía la profe sobre querer y cuidar el instrumento como si fuera un bebe, un hijo nuestro; siempre con cuidado a la hora de limpiarlo, de destemplar las cerdas del arco, de echarle colofonia y a la hora de frotar las cuerdas para que produjese aquellos soniditos estridentes y chillones que a los oídos de cualquier incauto podría parecer música indeterminada pero para nosotros eran las mas delicadas y dulces melodías. Nos hacían practicar la postura de la barbilla y el arco con violines de cartón los cuales asumíamos con la mayor propiedad, hasta que estuvimos preparados para nuestras primeras presentaciones.

Tiempo después recuerdo haber asistido en año 96 a la presentación conmemorativa de los 15 años de la institución que presento en el pequeño teatro la Serva Padrona de Pergolesi. Recuerdo después los ensayos de orquesta donde las márgenes de las partituras estaban llenas de anotaciones a modo de pastel sobre tempo, dinámicas y tonalidad de las obras a interpretar que nunca dejaron de ser consultadas a modo de examen al principio de cada ensayo por la muy recordad Silvia Restrepo. En el año dos mil no me iba muy bien en violín y la única opción para los niños perdidos en la indisciplina como yo era la percusión, ya que frente a la visión que aún conserva el colegio, la bulla de esos aún extraños aparatos, de los que no conocen sino el bombo y el timbal y lo que aparece en los escores de sus ídolos, era el único método para aplacar el espíritu descontrolado y terco de este pobre miquito. Con la percusión desde sexto hasta once tengo solo recuerdos personales; por que las incomodidades con el trato del colegio ya las olvide por que son memorias que harían desistir de la música hasta el mismísimo Mozart.
El ultimo día de once ya todos mi amigos del salón sabían que estudiar, Juancho tenía a los 17 años una beca en Michigan en un instituo de fama internacional y Daniel validadas la mitad de las materias del primer semestre en la Javeriana de Bogotá y yo, ni la mitad del recital de percusión listo tenía: me gradué con honores para desconcierto del colegio y me inscribí en eafit gracias al apoyo y los concejos del profe Alexander que desde hace nueve años me ha impulsado y apoyado con su conocimiento.

Aún no encuentro la cura para el sopor hipnótico que desde pequeño me ha producido la música y la sigo (¿o me sigue?) como inmerso en un trance.

.......ojalá; algún día encuentre como escaparme de este éxtasis hipnótico que recorre mis dedos al escribir estas letras, logre sentar cabeza y ser un gran ingeniero.

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